Los paradigmas
que actualmente revolucionan la concepción newtoniana del mundo, paradigmas que
fundamentan nuevas estrategias de desarrollo del potencial mental y somático
humano, inciden o incidirán (-hasta abarcarlas-) en todas las areas sociales y
académicas. Veremos y viviremos en un mundo plenamente amoroso, dadivoso,
próspero, cuando nos hayamos puesto todos las gafas de la cosmovisión
holística. Entonces la paz no nos parecerá una meta, sino un punto natural de
partida: ni siquiera nos daremos cuenta de estar viviendo en paz, como no se da
cuenta de que tiene las gafas puestas el que las tiene puestas.
El mundo será
otro porque seremos otros, porque nuestro estado de conciencia será otro, para
percibir -y asimismo crear- ese mundo. Hasta ahora veníamos creyendo que el
mundo estaba afuera, y que había que salir a cambiarlo. Creíamos que había uno
u otro culpable, y salíamos a guillotinarlo. Inexplicablemente, una vez se
creía haber cortado de raíz la causa de todos los males, brotaban otros, y
había que postular otra raíz, otros culpables. Ahora nos estamos preparando
para admitir, mundialmente, que el mundo no es más que lo que ponemos en el. Lo
que ponemos en el es lo que proyectamos, y solo percibimos lo que proyectamos.
Pero nos ha pasado como al encargado de colocar y vigilar la cinta
cinematográfica en el aparato proyector, que comenzó también él mismo a chiflar y a protestar cuando comenzó a desenfocarse la
imagen. Nos hemos olvidado de haber puesto y de ser responsables nosotros
mismos del mundo en que vivimos.
Como hace
siglos se dio un giro al concebir que la tierra giraba alrededor del sol y no
al revés, daremos un giro ahora para reconocer que no desde el mundo, sino
desde la conciencia que lo proyecta, se transforma el mundo. Para esto será
necesario que superemos la auto-imagen según la cual somos nada más que
primates cuyo sistema nervioso desarrolló un órgano especial en el que tuvo
origen la conciencia : el cerebro. Si el cerebro es el origen de la conciencia,
es decir, de lo que somos -seres auto-concientes-, entonces la conciencia es
reductible al cerebro, es decir, puede explicarse en términos de las funciones
e interacciones neuro-fisiológicas del cerebro. Si esto es cierto, entonces la
conciencia, como función del cerebro, desaparece cuando muere el cerebro. Y si
el cerebro es lo primordial, entonces estamos encerrados en él, y no somos más
que una especie biológica en la que por casualidad los genes mutaron de este
modo. En este caso no somos la fuente desde donde se proyecta la realidad, sino
una pieza más del rompecabezas de la materia. O, a lo sumo, un tipo de sistema
nervioso que procesa los estímulos sensoriales en determinadas frecuencias,
diferentes de las que sintonizan los murciélagos, las abejas, las moscas,
dándoles una significación espacio-temporal y cognitivo-cultural específicas,
con el fín de sobrevivir del mejor modo posible.
Si fueramos
nada más que un animal entre otros, y dado que cada animal percibe y sobrevive
en su entorno de acuerdo a sistemas de interpretación y acción que son la
consecuencia del sistema nervioso que tiene, entonces estaríamos determinados
genéticamente a esta perspectiva, que es la perspectiva humana del mundo, y a
la manera humana -con sus variaciones históricas-de interpretar el mundo, que
es la realidad que le corresponde al ser humano. En consecuencia con la
cosmovisión Newtoniana, la de la era de
“piscis”, uno solo puede adscribirse al materialismo biológico, que conduce al
antropológismo psicológico. Estas tendencias suponen que la conciencia es un
sub-producto del cerebro y que es reductible a este, y que por tanto estamos
determinados , total o parcialmente, por la realidad “material” (es decir, por
los genes, por la estructura cerebral , por los condicionantes linguísticos de la
cultura en que nacemos ), en vez de tener una infinita capacidad para
proyectar, percibir, y vivir en la realidad que libremente queramos
materializar. Las posibilidades, necesariamente escasas, de mejoramiento individual
y social , dependerían, entonces,
principalmente, de adquirir habilidades para llegar a arreglos negociados los
unos con los otros, por medio de intercambios lingüísticos. Estas negociaciones
se basarían en el supuesto biológico (ley del más fuerte) de que es “natural”
que cada individuo o sociedad busque ante todo su propia supervivencia y
conveniencia, y de que solo en el caso de que beneficiar a otros repercuta en
beneficiarse a sí mismo, sería “lógico” pensar en el beneficio ajeno.
Nuestro mundo Pisciano ha estado desplazándose por bastante tiempo
en estas ruedas. Se ha considerado al ser humano , ante todo, como una especie biológica. Una
especie, por supuesto, está definida por el organismo típico que poseen sus
individuos. Así que la auto-imagen del ser humano desde Darwin ha estado basada
en la creencia de que somos, ante todo, este cuerpo, con este tipo de cerebro
con corteza bi-hemisférica. La cultura ,el lenguaje, y la conciencia, serían
sub-productos de ese azar genético. ¿Será posible y necesario darle un giro de
180 º a esta cosmovisión ?. Muchos piensan que sí, y lo interesante es que no
provienen sus hipótesis de preferencias espiritualistas ni de modas esotéricas,
sino de la más estricta investigación científica.
¿Qué pasaría si la conciencia no fuera el sub-producto del
cerebro, sino el cerebro el instrumento de la conciencia?. ¿Qué pasaría si la
estructura genética, el sistema nervioso, y el cuerpo humano, fueran más bien
materializaciones de la conciencia , y
no azares de la materia ?. ¿Que pasaría si es la conciencia la que precede a la
materia, y no la materia la que precede a la conciencia ?. Entonces, el
universo sería la materialización de la conciencia, y el cuerpo la expresión de
la mente. La materia estaría gobernada por la conciencia, y el cuerpo por la
mente. Y el mundo, la realidad, no serían quienes determinan al observador del
mundo, al intérprete del mundo, sino este a aquellos. Lo observado ya no sería
el origen del observador, sino el observador el origen de lo observado. Y
entonces ya el observador y su manera de observar no estarían determinados
desde afuera por lo observado, sino que la manera de observar y lo observado
podrían libremente ser determinados al antojo del observador. Entonces el
observador ya no se sentiría obligado a -y confinado por- un cerebro egoista,
sino que se sentiría en total libertad de crear observaciones gozosas de un
mundo observado como amoroso y bienaventurado.
Todos,
inclusive los científicos Newtonianos, confesarían querer pensar de este modo.
Pero no se trata de cual pueda ser nuestra preferencia, sino de cómo sea en
realidad la relación entre la conciencia, la mente, y el cerebro. ¿La
conciencia es el más reciente episodio de la historia de la materia, como
piensa Carl Sagan en nombre de la mayoría de sus colegas ?. ¿O la historia de
la materia es la historia de las expresiones espacio-temporales del campo
inmanifiesto de la conciencia, como propone Maharishi Mahesh Yogui, (fundador
de la técnica de “Meditación Trascendental”), en nombre de la sabiduría védica
, y haciendo eco a numerosos físicos ,
médicos, y científicos contemporaneos?. La buena noticia es que las últimas
investigaciones en física y en neuro-fisiología dán más esperanzas a los
segundos, a los “acuarianos” , que a
los “piscianos”.
Para que se
pudiera comprobar que la materia es una expresión de la conciencia, sería
necesario detectar fenómenos físicos en los cuales se dejaran de cumplir las
leyes de interacción causal que se supone rigen a la materia. Lo mismo sería
necesario para concebir al cerebro como sede habitual pero en todo caso
instrumento de la mente. Y hay una copiosa cantidad de observaciones
cuidadosamente controladas que se saltan dichas leyes causales
“inexplicablemente”.
La materia, tradicionalmente
concebida, es un conjunto de partes aislables que se relacionan entre sí
mediante encadenamientos causales o interacciones observables. Por ejemplo, si
el cerebro no es más que una compleja estructura material, entonces es un
conjunto de células nerviosas que intercambian mensajes bioquímicos que
desencadenan reacciones específicas. Bajo este supuesto ,tiene que haber
siempre unas primeras acciones celulares que accionan efectos encadenados
posteriores. Las funciones mentales, por ejemplo la memoria, tendrían que
iniciarse y localizarse en alguna parte del cerebro, para luego enviar la
información a otra parte, mediante mensajes bioquímicos inter-neuronales. Pero
no es así: Karl Lashley, en los laboratorios Yerkes de Orange Park, estuvo entrenando
animales experimentales, para luego dañar selectivamente partes de sus
cerebros, con el fín de encontrar el lugar donde la memoria de la habilidad
habría quedado guardada. Sin embargo, aunque cubrió todas las secciones
cerebrales, los animales no olvidaban. Un compañero de investigación, Karl
Pribram, continuó con la inquietud, pero cambió la pregunta. Ya no se preguntó
“¿donde está la memoria?” , sino
“¿donde no está?”.Y descubrió que estaba en todas partes, que era lo que su
amigo ya había descubierto, pero no había querido admitir. La memoria sobre
todo está toda en todas partes, y por lo tanto en cada parte, en cada neurona.
De modo que los recuerdos no viajan de un lugar donde están almacenados a otro
donde son abiertos, ni las experiencias viajan de un lugar por donde entran a
otro en el que se conservan para ser recordadas luego.
El esquema de
las neuronas interactuando mediantes secuencias encadenadas de mensajes
bioquímicos se había caído. Cuando, a mediados de los años sesentas, Pribram leyó
un artículo de Scientific American que describía la construcción del primer
holograma o fotografía tridimensional sin lente, no dudó en asociar la
estructura de la película holográfica con la de lo que, entonces, ya no
deberíamos llamar “cerebro” sino más bién “mente”. La asociación era
evidente:cada trozo, por ínfimo que sea, de una película holográfica, contiene,
como patrones de interferencia de ondas, la información total del objeto
holografiado. La concepción de un cerebro hecho de partes como una máquina de
piezas, resultaba evidentemente más primitiva e inapropiada que la del cerebro
“holístico”. Ciertamente se ha demostrado que ciertas zonas del cerebro se
especializan en unas funciones y otras en otras, pero también es verdad que
cuando alguna se daña hay una infinita flexibilidad de otras zonas para
encargarse de esas mismas funciones, como si todas las neuronas conociesen
todos los roles. Inclusive se han detectado personas que tenían, en vez de
materia gris, líquido cefaloraquídeo en un 95 % de la cavidad craneal, y
llevaban una vida perfectamente normal, como si el cerebro no fuera
estrictamente necesario para tener una mente normal. (1)
El cerebro no
se comporta en muchos sentidos como un engranaje bioquímico, como un conjunto
de partes separables, sino como una totalidad indivisible. A esto la física
moderna lo llama “Campo”. Un campo es una red de actividades perfectamente
sincronizadas en las que todo ocurre de acuerdo a un orden preestablecido y de
un modo simultaneo, porque hay una correlación infinita. Estas actividades no
son realizadas por actores, no son cualidades que podrían dejar de exhibir unas
substancias o elementos esenciales, sino que son dinámicas sincronizadas a
otras dinámicas. Estamos casi absolutamente desacostumbrados, en nuestro mundo
cotidiano, a tal clase de eventos. Normalmente percibimos que a unas cosas les
siguen otras, y a las primeras las llamamos causas. Además, nos parece normal
que haya siempre, detrás de una acción, alguien o algo que la realiza. Ese
algo, el actor, nos parece que puede independizarse de su acción. Por ejemplo,
a la orden del jefe siguen las obediencias encadenadas de los empleados, y no
nos cabe imaginar que haya una orden que cumplir sin alguien que la haya dado.
Pero los
“campos” no son así. En un campo electromagnético no hay unos electrones que
mueven a los otros, ni electrones que pudieran independizarse de las
actividades electromagnéticas. Nuestro lenguaje nos impide entender la física,
porque los verbos, que indican acciones, siempre se asignan a personas del
singular o del plural, que indican actores. Pero los electrones nos sòn
substantivables, no son cosas que actuen , sino acciones ,interacciones,
fluctuaciones, rizos del campo electromagnético. Y el Campo electromagnético no
es más que una fluctuación del Campo electrodebil, y este nada más que una
fluctuación del campo supergravitatorio, y este la primera manifestación del
infinito potencial fundamental del que todo ha surgido:El Campo Unificado.
La naturaleza
abunda en ejemplos de conductas de Campo, de conductas holísticas, así que no
debiera sorprendernos que el cerebro sea un caso de ellas. La conformación de
un termitero, de una colonia de abejas, el aprendizaje -en primates , en aves,
en ratas- de conductas no imitadas ni heredadas sino transmitidas por
”Campos Morfogenéticos” (2), la especialización de las células en el proceso
embrionario, la perfecta y simultanea sincronización en el giro de orientación
del nado de un banco de peces (no hay un pez que gire primero y al que luego
imiten los otros, sino que todos saben “telepáticamente” cuando y cómo moverse)
, son todos procesos holísticos. Solo que no habían sido reconocidos como tales
por los científicos mecanicistas, porque nadie vé sino lo que espera ver.
Si el cerebro
opera como un campo en el que las funciones mentales están distribuidas
holográficamente, o en el que cada sección tiene un potencial holográfico,
entonces resulta más apropiado pensar que las neuronas son los medios de
propagación de dicho campo, y que el campo precede a las neuronas y es distinto
de ellas. Entonces, este campo es la mente, y la mente no es el cerebro, ni
es reductible a este. Un campo no es su medio de propagación, ni su medio
de recepción, ni su medio de emisión, sino la red de energía que da forma, es
decir, que in-forma, a sus medios de propagación. Por ejemplo, la in-formación
sobre cómo ha de especializarse cada grupo de células de un embrión de libélula para dar origen a
un organismo adulto, no está contenida en las células. Si lo estuviera ¿cómo se
explica que, si se corta en dos el embrión en formación, alterando el plan
original de desarrollo, cada grupo de células se arrepiente de los procesos de
especialización que seguía, para readaptarse de modo que resulten finalmente dos
embriones completos más pequeños?. ¿Cómo hacen para darse cuenta las células
pre-encefálicas de que ya no hay otras células convirtiéndose en alas, porque
han sido cortadas?. No se han encontrado mensajeros bioquímicos que pudieran
estar transmitiendo esa información, porque además parece ser que todas las
células se enteran inmediatamente, y no después de un tiempo que podría
demorarse un mensajero en ir a avisar (3). Lo mismo sucede respecto al cerebro:
todas las neuronas funcionan en interconexión perfecta -y aunque no estén
conectadas por proximidad espacial lo están de modo no local en el campo-, en
perfecto estado de correlación. El campo in-forma a las células embrionarias
exactamente al mismo tiempo sobre cómo va todo en todos lados. La mente in-forma
al cerebro del mismo modo, como el software en un computador dá instrucciones
al hardware.
La mente es
información, información pura. Así como un software no es más que un tejido
matemático de códigos binarios, que usa microchips para traducirse a códigos
visuales y linguísticos en una pantalla, la mente es pensamiento, pensamiento
puro, inteligencia pura, que usa códigos neuroquímicos en transmisiones
neuronales para materializarse en ideas, lenguaje, acciones, decisiones,
movimientos corporales. El Hardware del computador solo es un medio de
expresión de un conjunto de fórmulas matemáticas. El cerebro es solo el
hardware de la conciencia.
Diríamos
entonces que la conciencia tiene tendencia a actuar en el cerebro, como el
software está concebido para actuar mediante el hardware. Pero el software no
es reductible al Hardware, porque un conjunto de michochips y de piezas
mecánicas no es jamás igual a un conjunto de fórmulas matemáticas. Ni la mente
y el pensamiento són jamás iguales a un complejo entramado de señales
bioquímicas inter-neuronales. La mente es un campo. Y un campo no es una
substancia, sino una estructura. El algoritmo matemático tampoco es una
substancia, sino la estructura de un programa.
Hemos, pues,
distinguido la mente del cerebro. ¿Y qué hemos logrado?. Hemos descubierto que
lo sutil precede a lo burdo, lo estructura, le dá sentido. Hemos comprendido
que el cerebro es lo observado por la mente, que es un objeto pensado por la
mente, que el cerebro no es el observador. La mente es el observador, y lo
observado es su creación. El observador puede crear libremente las
observaciones que prefiera, como cuando un físico crea observaciones sobre
partículas elementales que se comportan según sea el antojo del observador (4).
La observación crea lo observado, el sujeto es dueño del objeto. Por lo tanto,
y oigase bien, el mundo es lo que
queramos que sea el mundo. Somos
los únicos responsables de la realidad, porque no hay una realidad por fuera de
lo que somos, sino la misma realidad en la que somos. Como el observador no es
un producto de lo observado, como la mente humana no es un sub-producto de la
evolución biológica, entonces somos libres, absolutamente libres.
Pero ¿qué es
el observador?. Y aquí viene lo más maravilloso: el observador es un campo
dentro de otro campo, una mente dentro de otra mente más extensa pero igual a
la que se le llama “Universo”. La mente no es más que una ola del mar infinito
de la conciencia. Porque el universo -nos dice la física cuántica- es como una
muñeca rusa dentro de la cual hay otra ,
dentro de la cual hay otra: hay un campo fundamental, del que han
emergido cuatro olas, rizos, o campos
básicos de la naturaleza (electromagnético, gravitatorio, fuerte y debil), de
los que han emergido diversidad de olas, rizos, o campos morfogenéticos de
conciencia e inteligencia que se expresan mediante hardwares llamados plantas,
flores, animales, y seres humanos.
Si el
observador, la mente, se aquieta, entonces sucede lo que a una ola que se
aposenta en el mar del que surge:la ola se dá cuenta de que su naturaleza es el
mar. La ola realiza este pensamiento: “soy el mar, puedo por tanto hacer
cualquier cosa que pueda hacer el mar”. Es como si el observador se realizara a
sí mismo como observador, al liberarse de la observación. El observador puede
aquietarse, puede suspender por un momento el hábito de observar, de hacer
observaciones, y de crear lo observado. Cuando esto ocurre -y se sabe que
ocurre al practicar “Meditación Trascendental”-, entonces el cerebro entra en un
estado más aquietado y armónico, se produce
un estado de sincronía de ondas cerebrales entre los dos hemisferios, y
se experimenta un estado de conciencia en el que no se duerme, ni se sueña, ni
se está vigilante. Este estado suspendido de la mente puede ser muy importante
para que el observador se acostumbre a no quedar atrapado por lo observado (lo
que Deepak Chopra llama, utilizando un término de Maharishi Mahesh Yogui “el
error del intelecto”), y para que se nutra del potencial infinito de ese otro gran
observador idéntico a él -pero en una escala más amplia- que es la divinidad.
Así como la ola resurge poderosa solo si acaba de experimentarse a sí misma
como idéntica al mar, asimismo el observador resurge capacitado para crear un
mundo donde reine el amor solo si acaba de nutrirse del potencial infinitamente
dadivoso , bienaventurado y creativo
del campo fundamental de la creación, del mar inmanifiesto de la conciencia
pura, es decir, si acaba de trascender, si acaba de meditar.
Fernando Baena
Vejarano
Filósofo e
instructor de “Meditación Trascendental”
Bibliografía:
(2) Sheldrake
Rupert, -, La Presencia Del
Pasado, ed Kairos , Barcelona
(3) Talbot
Michael, “Más alla de la teoría cuántica”, ed Gedisa, 1988, Barcelona. Cplo 3.
(4) Op cit, cplo 1.
Ver también
Karl Pribram, Languages of the Brain, comp Globus y otros, New York,
Plenum, 1971, Conciousness and the Brain, New York, Plenum, 1976.