lunes, 12 de septiembre de 2022

!Dios salve a la reina!

 

!Dios salve a la reina!

Septiembre 11 de 2022


Por Fernando Baena Vejarano

www.tumeditacion.com.co

 

Conocí a un maestro espiritual al que en pleno siglo XX le gustaban los símbolos monárquicos. Con escasa sensibilidad respecto al valor de las costumbres republicanas y democráticas de la mayoría de los países occidentales, no solo una sino varias veces convenció a diversos seguidores suyos a dejarse encumbrar con ceremonias de coronación, cetros y perendengues; una vez a una actriz de cine y otra a un renombrado neurofisiólogo, a quien por días enteros sometió a serenatas de cantos védicos para hacerlo su sucesor. Creía que alguna vez existieron reyes iluminados, quienes llenos de amor, serenidad y sabiduría gobernaron con justicia, generosidad y compasión las tierras de la India en tiempos inmemoriales. Que yo haya investigado, no hay ninguna evidencia histórica ni arqueológica de tales fábulas; muy al contrario, los primeros manuales para gobernantes, en India, eran versiones maquiavélicas del arte de la guerra, ya que se consideraba que un buen “rajá” tenía que dejar en herencia a su hijo más tierras y riquezas, usurpadas mediante conquistas violentas a costa de vidas e ignominias, si quería ser fiel a su Dharma, es decir, a los designios de su casta.

Aunque no sirve para describir la cruda realidad, idealizar tiene su lado tierno y habla bien de quien así se imagina reyes y reinas, de quienes eluden sus realidades cenicientas soñando con palacios de Walt Disney, leyendo revistas del Jet Set y viendo series de Neflix.  Yo lo he hecho. Alguna función social cumple el imaginario de majestades serenísimas y relaciones interpersonales caracterizadas por innumerables protocolos, formalidades y diplomacias, en las que se excluye toda grosería ,toda conducta caracterizada por el inmediatismo instintivo y la procacidad, o todo contexto en el que si se come, o se asesina, o se comete genocidio o explotación del trabajo y propiedades de otros pueblos, se hace con tal decencia que parece que ir a exterminar y expropiar es un acto de nobleza que engrandece el alma de la nación, propagar la adicción al opio en un país lejano es extender la gloria e inmortal nombre de la reina y llevar el propio idioma, religión y costumbres a otras geografías es expandir la civilización, enseñar la verdadera espiritualidad y propagar la cultura superior a gentes menos afortunadas.  La mentalidad imperial es que a la larga los súbditos, cuando repasen con perspectiva histórica todo lo que vivieron, agradecerán tanto  las bendiciones y beneficios recibidos al “ser civilizados” que ya no lamentarán los sacrificios y costos de haber sido expoliados.

Insisto: algo de bueno ha de haber en los imaginarios monárquicos. Por ejemplo, no ensalzan todo lo contrario, a nombre de la moda de enaltecer el más crudo auto-retrato del que seamos capaces los seres humanos. Pienso en el amarillismo. ¿Qué es más edificante, un seriado como “The Crown”, que revela como trasfondo la historia de Inglaterra, o un “reality show” que entrevista y espía con cámaras a un grupo de adolescentes por veinticuatro horas al día durante un mes para registrar todos sus encuentros e intercambios sexuales y afectivos, sus mundos huecos interiores, sus exhibiciones de bajas pasiones y ese léxico que propaga la percepción de que otro ser humano no es más que un objeto de uso y consumo? Se me dirá que lo edificante ya no es prioridad ni en el arte ni en los medios de comunicación, ni en la historia de la literatura o el cine, y que soy un chapado a la antigua. ¿Pero me dejaré poner un esparadrapo en la boca, solo porque ya no es políticamente correcto idealizar?

Idealizar es idealizar. Para eso se idealiza, no para saber cómo son o fueron o serán empírica y efectivamente las cosas, sino para no dejar por fuera del horizonte de nuestra propia humanidad las posibilidades que sin duda tenemos de refinar, transmutar y elevar lo que somos a nuevos niveles de conciencia. Lo hemos hecho. Descendemos con frecuencia al infierno que hemos sido y provocado los unos a los otros, pero nos levantamos. A largo plazo evolucionamos. Somos y no podemos dejar de ser un proyecto de algo mejor, eso caracteriza nuestra especie. No digo que por eso haya que pensar que las costumbres, rituales, simbolismos y mecanismos de transmisión del poder y del orgullo nacional inglés hayan de ser los que guíen al planeta tierra en el siglo XXI, ni insinúo que por eso deberíamos estar todos muy compungidos por la muerte de la reina Isabel segunda, todos muy pegados de las pantallas para chismosear las transmisiones en vivo de las noticias de la transmisión del poder a Carlos tercero; ni tampoco afirmo que no estemos cayendo, sin darnos cuenta, en un truco mediático muy peligroso cuando de tanto ver cómo se visten, gobiernan, hablan y se comportan los ingleses comenzamos a tragarnos la sensación de que, comparados con ellos, somos menos.

No tenemos, por ejemplo en Colombia,  mil años de historia.  El tiempo eleva la autoestima colectiva. A lo sumo contemos dos siglos como república independiente, y en américa latina unos cinco como experimento de mestizajes eurocentrados. No somos todo lo contrario de Inglaterra, ni de Europa. Autodefinirnos como culturas ancestrales es intentar ocultar el sol con el dedo meñique, lo mismo que esencializar un conjunto de sucesos forzándolos a caber en sus orígenes, como si no fuéramos también, un poco España, un poco Francia. Somos una edad media encerrada en una apariencia de nación moderna y arrastramos con nosotros el mismo clasismo español que aborrecimos cuando la revolución criolla y el temperamento comunero  nos libraron del virreinato. Ese clasismo reencarnó en los privilegios que se autolegaron las aristocracias de los apellidos, las tierras, las corruptelas bipartidistas y luego, finalmente, las narcogobernancias. Los bogotanos de cepa siempre quisieron que su ciudad capital fuera una nueva Londres y que todo copiara el modelo de la cultura superior, desde la urbanidad de Carreño hasta la arquitectura de los edificios públicos, pasando por el vestuario. Por siglos la mentalidad aristocrática se avergonzó de las raigambres muiscas, de los acordeones costeños, de las arpas llaneras; hasta que, mas o menos coincidiendo con el éxito de Gabriel García Marquez – pero por haber sido aclamado en Suecia-  los orgullos nacionales comenzaron a redefinirse. Para creer en nosotros mismos también ha venido de las epistemologías del sur, de las ideas de Dussell y de José Vasconcelos y de Alejo Carpentier y de tantos otros que alimentan ahora una nueva fuente de amor propio.

Estamos reinventando la decencia. No necesitamos tomar prestada, literalmente, ninguna doctrina foránea acerca de en qué consiste ser una comunidad que haya alcanzado ideales civilizatorios, ni de eso se trata. Pero tampoco se trata de vomitar ante la pompa inglesa cuando muere su reina, sino muy al contrario: de estudiarlos con interés. Han sido muy simpáticos siguiendo protocolos, vestidos así, tan flemáticos, hablando así, como dándole la espalda al presente y al futuro, tan embebidos en su narcicismo cultural y en su pasado como los han mostrado las cámaras, en una especie de juego teatral ante el mundo, del que el mundo no sabe si reír o sacar apuntes para una especie de etnografía del siglo XV. Verlos seguir el guión escrito hace veinte años para el luto de la reina es como hacer un viaje al estilo de las novelas de Swift. No son el país de los enanos, ni el de los gigantes, pero sí el de los sacolevas. A mí me provoca una mezcla de gran admiración, curiosidad, gracia y desconcierto la monarquía inglesa. ¡Son tan ellos mismos y están tan fuera de contexto y se ven tan ingenuos pretendiendo que van a deslumbrarnos con sus cañonazos de salvas, y sus trompetas, y sus mantras de Dios salve al rey y sus edictos; en plena época de algoritmos y comunicaciones instantáneas!

Me atrae la figura de un símbolo viviente, ahora fallecido, ahora reemplazado por otro tambaleante, pero digno. Pero por motivos filosóficos, no políticos.  Me divierte y asombra que por setenta años una dama de carterita y guantes, aficionada a los caballos, haya jugado ese rol teatral de testigo imparcial de todos los devenires mundiales, que haya estado viva en tiempos de Churchill, que no haya agachado la cabeza ni para esquivar los misiles que Hitler lanzaba sobre Londres. Me entretiene encontrar sus fotos en internet junto a Felipe, y hasta en páginas de conspiracionistas que la acusan de ser una reptiliana descendiente de los dioses Anunaki. Todo es como para escribir una novela. Algo tiene la señora, aunque no sea su sangre azul sino roja; algo se pierde con su muerte, no sé qué. ¿Soy un nostálgico?

 El concepto de dignidad y de serenidad me sigue pareciendo importante, porque algo  así ha de ser lo sagrado. Me imagino la vacuidad budista, el tao chino, la conciencia pura del vedanta de la India como realidades supremas que atestiguan toda la vicisitud del universo desde su trono trascendente. En esto han coincidido las representaciones del ideal humano no por casualidad ni por capricho, por ejemplo en la historia de la aristocracia japonesa en la de la inglesa: en figurarse que el poder mundano haya de parecerse al orden divino, y en que la identidad de un ser divinizado ha de basarse en una graciosa serenidad compasiva, trascendente a las posesiones emotivas, no polarizada, no rebajada a las pugnas codiciosas y las peleas de a puño -que afean tanto los debates en la cámara de los comunes. La mamá se les murió. ¿Quién pondrá orden ahora en casa? El espíritu levita como la reina, amorosa y justa, como el personaje de Isabel II. Algo de eso tiene la decencia, que es lo que le admiro, no a la reina, sino al personaje que representó tan bien, para edificación de la ética , para emulación de sus súbditos, para un mundo que me duele, demasiado procaz.  Así pues, como diría mi maestro Maharishi : !Dios salve a la reina!

martes, 6 de septiembre de 2022

Pluralismo religioso: algo mucho mejor que cerrar una capilla

 

Pluralismo religioso: algo mucho mejor que cerrar una capilla

 

Por Fernando Baena Vejarano

 

Me ocupa y preocupa el tema de la expresión religiosa, inter-religiosa y supra-religiosa en Colombia. No soy católico practicante. Me inclino con indisciplina por el budismo, practico y enseño meditación juiciosamente, intento asimilar la espiritualidad humana con actitud integralista, hago sicoterapia. Pero que en el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá, Colombia,  por orden de la Alcaldesa Claudia Lopez y con la pasiva obediencia del concesionario OPAIN,  hayan cerrado una capilla administrada por la iglesia Católica, a nombre del principio constitucional de que somos un estado laico, y con el argumento de que ese lugar público o es de todos o de nadie, me pone a pensar acerca de cómo concebir la equidad y la libertad en materia del manejo político de la inclinación humana por lo trascendente. En aparente “coincidencia” con el escándalo de la capilla proscrita, se viralizaron en redes todo tipo de opiniones sobre los deberes fiscales de las iglesias.

Hay un tema de mayorías, porque hay más católicos que no católicos en Colombia. ¿Cómo atender con equidad en sus necesidades religiosas a las mayorías y a las minorías poblacionales que, cada una a su modo, intentan comprender y relacionarse con el misterio de lo sagrado? ¿Qué es mejor, negarle a las mayorías sus privilegios comparativos, o crear nuevos espacios para favorecer a las minorías aún no atendidas por los presupuestos y las ejecuciones públicas de espacios arquitectónicos para necesidades de trascendencia espiritual? Los contribuyentes al fisco juegan futbol, hacen música y buscan a Dios o prueban con el yoga místico. ¿Por qué hay entonces presupuesto estatal para deportes y artes, pero no para actividades religiosas y espirituales -lo uno no equivale a lo otro-, como si en el concepto de “cultura” no cupiese la educación para la transformación evolutiva del ser humano? Por supuesto, no hay ninguna decisión política que, basada o no en la constitución, no pueda no contener un mensaje simbólico. Constitucionalmente es argumentable darle otro uso a un espacio público y administrativamente puede ser legal. Devolverle su onerosa inversión económica en la capilla al grupo católico desposeído del uso exclusivo de ese espacio público sería lo correcto y lo legal, además. Sobre eso, no se oyen respuestas de la administración distrital. Pero ¿cuál otro mensaje simbólico está dando, desde la postura ideológica de izquierda, la alcaldesa?

Nuestra constitución política de 1991 no se ciñe a ninguna religión particular, pero tampoco es atea. Lo ateo sería prohibir la búsqueda de lo sagrado, como en la Rusia de Stalin, cualquiera que fuese su institucionalización social, o perseguir creencias, persiguiendo primero a las mayorías. ¿Ser pluralista se está confundiendo con ser ateo?¿Hay un mensaje ateo en gestos como el indicado, o en haber permitido manifestaciones masivas de población LGTBI durante la pandemia, en Bogotá, y hasta compras masivas en supermercados, pero no ordenadas y despobladas asistencias a iglesias católicas, durante la regencia de la alcaldesa? A la postura inapelable del Vaticano sobre temas de aborto y sexualidad, género e identidad y preferencia sexual ¿No está respondiendo Claudia Lopez, de modo contestatario, desde su sesgo, en demostración del poder de la izquierda?¿Cuál es el simbolismo de fondo? Tumbar un ídolo ¿No es tácitamente imponer otro?¿Se confunde el pluralismo religioso con la agresión hacia un culto mayoritario, y la invisibilización de otros cultos minoritarios? ¿Se trata de una guerra, con armas fiscales, enmascarada de pluralismo constitucional?

La equidad ¿es igualitarismo? ¿Repartir el horario del espacio religioso en franjas iguales de tiempo de uso para diversos cultos es ser equitativo, o es simplemente zanjar el asunto a lo salomónico? ¿No sería más equitativo tener un presupuesto proporcional a la población religiosa censada, para crear nuevas “capillas” en espacios públicos? En el aeropuerto de Amsterdam hay un magnífico “centro de meditación”, con implementos, textos sagrados y objetos rituales de varias creencias, subdividido en varias secciones, para que no solo personas afiliadas a una u otra religión, sino también aquellas que desean un espacio supra-religioso, puedan desde orar hasta practicar meditación un rato. Eso es pensar con abundancia, pluralismo y mente abierta. Hasta una parte del presupuesto público, y de cultura, podría dedicarse a la promoción de actividades dedicadas a la difusión del ateísmo y de otras posturas (si se tiene en cuenta que el ateo es un creyente, un creyente de que no hay un Dios, cosa muy diferente del agnosticismo y del gnosticismo, es decir, de las posturas de que no  se puede o sí se puede, respectivamente, “saber” o “vivenciar” a Dios, por ejemplo mediante prácticas místicas y conductas éticas amorosas).

¿Resuelve algo provocar a los católicos, desafiando su espacio sagrado? La sensibilidad religiosa es un tema delicado, y debería ser más cuidadoso cualquier protagonista de la política para no herir la profunda identificación emocional que los creyentes tienen hacia sus símbolos, rituales y espacios totémicos (cfr Mircea Eliade). Buen gesto ha sido que algún grupo budista haya salido a defenderlos -aunque hay que ver si lo mismo hubiesen hecho por ellos los católicos si alguna medida administrativa hubiese amenazado los intereses budistas. Habla bien del budismo y de su amplia mentalidad que apoye el estilo católico de resolución de la necesidad de lo sagrado.

¿Se practica pluralismo político y religioso, como manda la constitución, al derrumbar unos ídolos mayoritarios, o tradicionales, o coloniales? A nombre de la religiosidad nativo-ancestral, pero también de su confluyente relación ideológica con las minorías políticas indigenistas y el tema del uso de la tierra en Colombia, se tumbaron estatuas de “héroes” y fundadores de ciudades colonializadas y territorios conquistados por España. Tuvo impacto mediático. ¿Es hora de volvernos iconoclastas? ¿Es eso posible, cuando el ser humano, que viene de etapas mágico-míticas del desarrollo de la conciencia, no puede dejar de ser lo que ha sido, sino intentar trascender e incluir su pasado en un mejor futuro? ¿Tan sesgado es ensalzar en el podio de una plaza a un esclavista español como a un independendista criollo o a un líder indigenista? ¿No sería mejor un plebiscito, o un traslado y reemplazo turnado de estatuas, para satisfacer temporalmente a unos -los que se sienten más hispano-descendientes- y a otros -quienes optan por identificarse con religión de la madre tierra y la cultura pre-hispánica?¿ No sería hora, mas bien, de atender a las poblaciones budistas, hinduistas, islámicas, ancestralistas, protestantes y no católicas, para crear procesos comunitarios de diseño de apoyo proporcionales a sus poblaciones y actividades; atención que podría organizarse con fondos público-privados que a la vez que incentivaran las actividades religiosas y suprareligiosas sirvieran para recaudar fiscalizar mejor y cobrar impuestos que no menoscaben a nadie, poniendo coto de una vez al sectarismo protestante, al contradictorio enriquecimiento excesivo de pastores e iglesias? Los líderes no sectarios religiosos y supra-religiosos que encauzan a sus seguidores hacia la ética, el amor, la paz interior y la aspiración por un sentido profundo de la vida deberían recibir pensiones decentes, pues prestan un servicio social tan valioso como el de las madres cabeza de hogar y los docentes. Se debería fiscalizar la confiscación de conciencias y legalizar y prevenir mejor -también mediante más educación filosófica- el control y (o) la penalización de líderes que promueven el sectarismo, el fundamentalismo y la alienación de la libre personalidad mediante lo que se suele llamar “técnicas de control mental”. ¿Por qué lavar el cerebro de un creyente para manipularlo está menos visibilizado que abusar sexualmente de un niño? Si los líderes protestantes en Colombia recibieran la orden legal de no imponer ni recibir diezmos, pero el estado colombiano los apoyara para sostener sus iglesias mediante fondos mixtos, quizás se crearía un ambiente de mayor beneficio fiscal para el estado colombiano. Esto sería mejor que pensar cómo ponerle por igual impuestos a todas las religiones, que son tan desiguales en sus niveles de ingreso y en su utilidad social. ¿Cuándo sí y cuando no se pondrían en riesgo, a punta de sancionas tributarias, los proyectos de beneficio social que muchas comunidades religiosas sostienen -a veces con mucha mayor calidad que la que el estado mismo brinda en atención a la tercera edad, los huérfanos y desposeídos, educación, atención al bienestar poblacional en zonas marginadas, etc?

Mucho en qué pensar. Tonto que la alcaldesa pose de inteligente y de liberal creyendo que cerrar una capilla, haciendo una evidente tontería política de ambiguo simbolismo, la haga ver cómo líder de alguna avanzada ideológica. Hirió sensibilidades, y alborotó una reacción emocional de las derechas en su contra. Polarizó.


Villa de Leyva, Septiembre 6 de 2022


viernes, 2 de septiembre de 2022

Colombia, un experimento BLOP

 

Colombia, un experimento BLOP

Por Fernando Baena Vejarano*

 


No podemos estar equivocados. La intuición nos dice a millones de colombianos que estamos viendo emerger una etapa de nuevos liderazgos y de mejores formas de actuar todos por la felicidad de todos en una especie de nuevo festival. Que por las venas nos pulsa ahora, ya no la sangre del miedo y del odio, sino la de las sonrisas y los abrazos. Cantando, el coro de niños hijos e hijas de víctimas del conflicto han realizado un homenaje al sacerdote Francisco de Roux y la Comisión de la Verdad, en la Iglesia de San Ignacio, en el centro de Bogotá, junto con la filarmónica de mujeres. A sus voces, el día siguiente, domingo 28 de agosto de 2022, y para celebrar que Bogotá será legataria de los archivos de la Comisión de la Verdad, se han sumado las batutas del “Concierto más Grande del mundo”  con dieciséis mil músicos del sistema de orquestas de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, tocando juntos. Es como si Colombia entera abriera su corazón al futuro.

Estoy convencido de que hay personas que son mejores que otras para canalizar las energías que marcan el ritmo de la historia, -tanto para aparentemente detener la evolución de la conciencia humana como para efectivamente acelerarla. Les echamos la culpa, satanizándolas,  o les atribuimos el cambio, erigiéndoles estatuas. Y no es que no sean unos el ejemplo perfecto de la gilipollez , de la estulticia, de la sordera, de la lambonería; ni que otros no sean ejemplos de inteligencia, buenas propuestas y experiencia para liderar; combinando, como se debe, la experiencia práctica con los ideales constitucionales, la valentía, la asertividad decisoria y los ideales claros.  Pero los gobernantes son solo canales temporales para encauzar conciencias sociales. Debemos apropiarnos de la gobernanza también nosotros todos. Somos los protagonistas de este mismo salto a la alegría que estamos dando.

Hay cambios cuya fuente y origen trascienden las voluntades personales.  Me convenció de ello Richard Tarnas, tras leer su tozuda investigación sobre las sincronicidades arquetipales, en la que se olfatea el principio que pudiera enunciarse así: la historia humana está hecha de tiempo, y este de ritmos, y estos de tendencias unas veces destructivas, otras creativas, unas apaciguantes y suaves, otras restrictivas, o alocadas, o impetuosas, o repentinas, o metódicas, o geniales, o toscas, o inteligentes y complejas. Inexplicablemente, se las arreglan para concertar procesos siempre evolutivos. Nunca ha de justificarse el sufrimiento social, pero siempre resulta que tuvo sentido. Como si hubiese un pacto secreto entre los actores de la obra de teatro, -nosotros-, y el creador del libreto -un misterioso Shakespeare epocal que marca sincronías con las que todos bailamos sin poder evitarlo. Estamos oyendo nuevas percusiones, vientos y cuerdas: hemos comenzado a oír todos, desde adentro, el canto de nuestra alma comunitaria, antes ensordecida por el ruido de las balas y los cilindros bomba. Es una mezcla de guabina, joropo, vallenato, canción gaitera, bambuco y merengue; el director de orquesta mismo ha de sentirse sorprendido de la velocidad, la energía que ha puesto en el arranque, porque ha hecho erupción una especie de voluntad popular que convierte sus actos de gobierno en extensiones de una esperanza largamente postergada y de una jovialidad que sorprenderá al mundo.

Que nos dure. Que del lodo surja el loto. Que de la profunda conciencia de lo mala gente que hemos sido, se abran los pétalos de la buena gente que somos. Porque hemos sido -y sí, hablo en primera persona del plural, hablemos no como quienes se sienten del lado de los buenos que juzgan a los malos para eximirse de la vergüenza de sus propia sombra, sino también como quienes hemos sido veneno vertido circulando por las venas de narcotraficantes, terroristas y corruptos. Porque hemos sido, repito, de lo peorcito. La mala fama internacional que nos dieron los seriados televisivos sobre mafias y siliconas no solo fue una metida de pata de las productoras de televisión ansiosas de negociar con la sombra que ha mostrado la psique de Colombia. Fue un reflejo en el espejo. Y no es para culpas ni para golpes de pecho, sino para conciencias y no repeticiones  -también Alemania tuvo nazis y Estados Unidos quemó a cientos de miles de civiles con bombas atómicas-; no hay pueblo bueno ni malo por esencia. De la misma conciencia colectiva ensombrecida de la que saldrán nuestras palomas blancas surgieron medusas irritantes : las del clasismo ramplón de las ultraderechas y las de la violación de los derechos humanos de las ultraizquierdas, que en un remolino de acciones y reacciones violentas nos secuestró a todos los colombianos en un campo de concentración cercado de alambres de púa pagados con cocaína.

Pero también surgirá nuestro futuro , y ya lo hace, cuando reconozcamos la luz que nos permitió darle al mundo ejemplos inéditos de perdón social y de justicia transicional, la que nos hizo buenos huéspedes  de la estampida venezolana, la que nos forjó como votantes críticos -por fín no manipulados por los grandes poderes mediáticos y las histerias naranjo-empresariales-, y la que nos hace ahora vernos al espejo como visibilizadas minorías étnicas, sexuales, periféricas, femeninas, que se abanderan en el principio de equidad, tan raro para una nación que por dos siglos dijo ser liberal e igualitaria, democrática y moderna, pero que en realidad fue un feudo de aristocracias, oligopolios y sectores que miraron a los suyos como si fuesen ajenos, en una pantomima vergonzosa de clasismos explícitos y ocultos.

Las lógicas del poder deben cambiar. Depender del nuevo líder y volverlo un mesías es no entender el propósito de su liderazgo. La autonomía regional, la fiscalización ciudadana, la transparencia en las cuentas de los dineros públicos, la descentralización de los diagnósticos y de las soluciones…en fin, todo lo que se necesite, no va a solucionarse ni hacia afuera ni desde afuera, si no se resuelve paralelamente “desde adentro” con más conciencia emocional, con introspecciones personales y comunitarias que hagan uso de todas las inteligencias, y no solo de la inteligencia cognitiva y de sus intervenciones técnicas. Por eso, con tres amigos míos, hemos desarrollado una reflexión sobre los 20  objetivos del desarrollo interior, pilares actitudinales y axiológicos, virtudes sin las cuales los 17 objetivos del desarrollo sostenibles de la agenda 2030 de la ONU se quedan cojos, pues aunque el éxito social puede cuantificarse y medirse, la felicidad comunitaria es un concepto mucho más profundo, complejo y válido, trascendente y afín a la nueva cosmovisión que se necesita. Con la guerra de Ucrania no se ven venir las decisiones planetarias que habíamos esperado tras una pandemia que tampoco nos hermanó más. Habrá sed y no habrá agua, escaseará la comida y los insumos agrícolas. El depredador humano necesita autoregularse, aplacar su ambición desmedida de energías contaminantes, renunciar a las utopías consumistas, concebir eutopías ecosostenibles y hacer con urgencia la transición antes que el cambio climático nos deshaga a nosotros. Sobre todo, debemos inventarnos algo diferente a las lógicas jerárquicas patriarcales. Ya se ponen a prueba nuevos modelos de relación entre humanos y humanos, entre nosotros y otros seres sintientes, pero hay que convertir el carnaval de la esperanza en la fiesta del trabajo inmediato.

Por entre las tiendas -como se dice cuando se toma rumbo entre caminos curvos y vericuetos, sin afán pero decididamente-, hemos ido cruzando un laberinto de encuentros online, con Andrés David Fonseca Díaz, James Alfonso Delgado Giraldo y Fernando Ospina Varón, todos muy enterados del momento que vivimos y de las perspectivas metaintegrales que se necesitan, todos con excelentes hojas de vida humanísticas, para crear de la nada alguna ilógica blop que nos saque del atolladero. Desde el foro online que estamos abriendo con encuentros semanales subidos a youtube, compartiendo y viralizando propuestas, he pensado en un nombre que identifique nuevas maneras de hacer paz y resolver antagonismos, estructuras de dominio, sistemas de explotación de unos hacia otros y polarizaciones. ¿Y si la naturaleza misma tuviera algún buen ejemplo de lógicas no lineales, no jerárquicas, y sin embargo mucho más inteligentes para resolver problemas que las lógicas piramidales? El sistema nervioso resolvió el reto de brindar supervivencia al organismo centralizando la información que procesa mediante un comando central, el cerebro. Gobiernos, liderazgos personalistas y cerebro se parecen, quieren ser la punta de la pirámide, desconocen el concepto de holoarquía y no conciben la organización de los social sin jerarquías de dominio y control autoritario.  Pero ¿hay modos más eficientes de repartir la inteligencia a todo lo largo y ancho de un sistema social, para que no se lentifiquen ni los diagnósticos ni la democratización de las soluciones ni la conformación de los equipos humanos profesionales para cada área de mejoramiento, ni el giro de los presupuestos?

Me preguntaba esto cuando cayó en mis manos una reseña científica sobre esta criatura genial que, ni planta ni animal, sino protista, es una célula gigante con múltiples núcleos, el Physarum Polycephalu, familiarmente llamado Blop, que se ha convertido en un organismo emblemático para la resolución de problemas. El hijo de Rupert Sheldrake, Merlín Sheldrake, también biólogo, lanzó a la fama a esta criatura en su libro “Entanglement Life”. Es un hongo, y explora espacios problemáticos, traza soluciones eficientes, se adapta a novedades ambientales e imprevistos. ¡y lo hace sin cerebro! Ni funciona con tanta libertad que se anarquice, ni con tanto orden que se ponga artrítico.  “Blop” me gusta, es un término corto que le hace onomatopeya a su conducta multifacética, extensiva, tentacular. Es como si tuviera a la vez conciencia en todas partes y en ninguna. “Colombia Blop” me parece etiqueta de fácil recordación para un grupo que fundáramos, que se comprometiera a no ser nunca, ni una anarquía, ni una burocracia, sino siempre un anhelo de sinergias, afectos, entendimientos y, paralelamente, acciones solidarias transformativas -no hay mejor praxis que una buena teoría, como se dice por ahí. Cualquier comunidad podría avisar que ha decidido volverse metástasis del amor, y surgirían así más grupos, locales y nacionales: Medellín blop, Nueva York blop, Yopal blop, cada uno comprometido con hacerle el amor a la esperanza. Y como en el cerebro del embrión cuando maduran por fin todas sus neuronas, que subitamente se interconectan, a punta de conversar rico se sentiría listo cada grupúsculo para actuar a favor de un todo mayor, para extender mejores solidaridades con otros, que es lo que ocurre cuando el bebé se hace conciente. ¡Entonces el planeta vería emerger lo impredecible, con la simple fórmula de tejer redes de confianza!

 La conciencia blop es como un pulpo. Como el Physarum, crece en todas direcciones al tiempo, buscando comida, y  cuando la encuentra se retrae y forma las conexiones entre sus fuentes de alimento, tomando decisiones entre cursos de acción alternativos. Lo considera todo a la vez, como si mirara el terreno desde un dron.  Encoge las sinapsis que no han encontrado nada y fortalece las que sí lo han hecho, por medio de contracciones químicas. Pero lo hace mejor que un sistema lineal de procesamiento de información, como demostró un experimento en el que se puso al plasmodium en un laberinto a escala de Tokyo, para que usara su habilidad de encontrar avena,  haciendo redes eficientes de generosa distribución de nutrientes. Y lo hizo imitando casi inmediatamente el diseño de la red ferroviaria de la populosa ciudad, en un tiempo record que humilló  la inteligencia de cientos de ingenieros del transporte -quienes habían necesitado mucho más esfuerzo para dar con el mismo resultado.  

¿Será alguna especie de salto cuántico el que necesitemos, tipo blop, para afrontar los retos del siglo XXI? El experimento blop, creo, es el de entrelazar y confiar en las sinergias y las intuiciones que van llevando a buen término la vida del organismo social, como lo hemos hecho con mis tres amigos youtubers, que ahora escribirán también columnas como esta , para nutrir discusiones que tejan país, subcontinente americano y planeta Tierra. Enfrente tenemos al más abisal siglo al que la humanidad se ha asomado, el que necesita soluciones logradas a pulso de inesperadas creatividades. Un algoritmo inspirado en la lógica blop resolvió mejor que decenas de astrónomos juntos la pregunta acerca de cómo se verían en tres dimensiones las treinta y siete mil galaxias conocidas, creando un mapa digital de la red cósmica -que comparada con los datos del Telescopio Hubble coincidía en gran medida. La lógica blop es más orgánica y humana que las inteligencias artificiales, y muy superior a las mezquindades politiqueras y a las lentitudes burocráticas.  El filósofo experimental Jonathan Keats dice que el Blop podría guiarnos para resolver temas de economía, formular políticas de gobernanza y no solo atender asuntos de mapeo, distribución y transporte, sino hasta indicar nuevas alternativas para la política de drogas y el uso de recursos. Si todo eso es posible, es porque necesitamos una lógica blop.  Ahora nosotros, los cuatro bloperos, queremos que se nos unan ustedes, nuestros lectores, para que, multiplicándose también, extendamos ramas de locura y ensueño por toda la vida, en todas partes.

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*www.tumeditacion.com.co

**https://www.bbc.com/mundo/noticias-62663226