lunes, 9 de septiembre de 2013

Palabras en el lanzamiento de mi novela "Lo más íntimo de la tierra"

El universo de la literatura blanca
A propósito de mi novela “Lo más íntimo de la tierra”
Por Fernando Baena Vejarano

He escrito una novela que no sé cómo clasificar. Y hoy, cuando presento a ustedes el producto de ocho años de trabajo que requirió investigar, escribir y producir los ejemplares que van a llevar a sus casas, no sabría explicarles que tipo de literatura es la que les ofrezco.

“Lo más íntimo de la Tierra” es una novela de ficción escrita a modo de bitácora sobre un viaje al interior de la Tierra hueca, que siete expedicionarios inician en el polo sur. El viaje no resulta como esperaban. La misión que tienen es más esotérica que geográfica. No es ciencia ficción, no es realismo mágico, no es novela histórica y no es ficción histórica estrictamente hablando. No parece pertenecer a algún tipo de literatura que se esté produciendo en Colombia y por supuesto no trata de la violencia en nuestro país , ni de la historia de algún capo, algún secuestro o algún desplazado. De hecho no es una novela sobre temas colombianos, excepto por el hecho de que refleja las vidas de seis colombianos que ya no viven en su país. El escenario de mi novela es, en realidad, el mundo. Las literaturas nacionales son cada vez más difíciles de sostener en un mundo que se ha globalizado, en el que hay que procurar cada  vez más que los lectores se sientan parte de la humanidad como un todo, porque ya es así, en red y en unidad, como  son las cosas. No es una novela con consejería espiritual incluida, como las de Paulo Coelho. Ni es un libro que sirva para conseguir adeptos . No es una obra metafísica autobiográfica, como las de Lobsang Rampa o las de Carlos Castañeda. No es un texto de especulación documental, como las de JJ benitez. Espero haberle dado vida a mis personajes, que  no tienen nada de Indiana Jones ni se portan como héroes. Son seis colombianos y un inglés, unos neohippies poliamorosos, mochileros , que viajan a India y se conocen allí. Mi novela le exige al lector que no solamente entretenga la imaginación sino que se plantee preguntas metafísicas y enigmas arqueológicos. Tal vez sea una obra precursora.

No soy crítico literario: mi función no es evaluar, en términos de la historia de la literatura, la pertinencia de mi texto. No soy literato: mi especialidad no es el estudio erudito de un autor, una época del arte. Soy escritor: lo mío es contar una historia. Pero no me inquieta menos investigar quien está escribiendo obras parecidas a la mía y que me aportan ellas o que les aporto yo a los escritores que tienen ideas semejantes a las que a mí me apasionan.

Hace dos años lancé una novela que   apellidé “ecológica”. Era la primera novela que producía después de casi 20 años de silencio literario. Se llama “Esta isla de ecos azules”. En ella, Una mujer que se comunicaba con los cetáceos viajaba con un extraño grupo filantrópico que afrontaba el cambio climático. Había situaciones futuristas sobre   el papel  y el destino del ser humano en la nueva tierra. Un grupo de escogidos y una civilización secreta de mujeres intentaban rescatar al planeta de su crisis ecológica, un hombre valoraba  el poder uterino de la vida mediante un trance que lo llevaba a conocer los orígenes del mundo.  En ese texto me dominaba la sensibilidad ecológica,  la orientación espiritual y la comprensión femenina sobre  los peligros que acechan al ser humano. Intenté criticar al orden patriarcal mundial, le hice guiños de admiración a las sabidurías ancestrales.
Hoy, con esta segunda novela publicada, usaría el epíteto “esotérica” para designarla. No es la mejor descripción, porque es un adjetivo que lleva a muchos equívocos, pero podemos intentar otros apelativos luego de darle un rato vueltas  al asunto del que trata y al contexto con el que se relaciona.

Hay varios elementos que nos pueden servir como brújula para encontrar un lugar para mi novela en la literatura. El primero es el de la pasión por los temas de geografía sagrada. Ustedes han oído hablar tal vez de  la geometría sagrada, por las enseñanzas de Drúnvalo Melchizedec. Pues bien, también hay una geografía sagrada: es la disciplina que se pregunta por todo lo que la geografía tradicional descarta como tema válido en el estudio del planeta tierra: líneas de energía, localización de ruinas arqueológicas famosas, lugares secretos de valor para los pueblos de la antigüedad, civilizaciones perdidas, hundidas y ocultas, etc. Y uno de esos temas fascinantes de la geografía sagrada es el de la teoría de la tierra hueca, que dice que nuestro planeta no es sólido por dentro, ni tiene un núcleo ígneo e incandescente, sino un sol interior y una estructura esférica hueca habitable. Este es el primer elemento.

El segundo es el de la historia oculta de la humanidad. Probablemente la pionera en este asunto fue Madame Blavatski, la fundadora de la sociedad teosófica en el siglo XIX, en Europa. También los rosacruces y los masones han incursionado en el tema, pero hay que ir más hacia atrás porque la pasión por las culturas antiguas realmente comenzó con el emperador Napoleón, un entusiasta del mundo egipcio. Las aventuras exóticas de los aristócratas ingleses y europeos por los países orientales, por el medio oriente y África, por las ruinas mayas y otras historias similares que han hecho eco en películas taquilleras como indiana jones; se remontan a la sorpresa que produjo saber, cuando se terminó la edad media y los europeos comenzaron a recorrer el mundo, que la cultura occidental solo era una de tantas. En la edad media se pensaba que la civilización tenia su origen en Grecia, luego se vio que Egipto era más antiguo, y después se hicieron excavaciones entre los  rios Tigris y Éufrates para encontrar que la civilización sumeria era la más antigua de todas. Pero la historia oculta de la tierra que nos contaron los libros de madame Blavatski decían otra cosa: nos invitaban a imaginar más atrás aun, nos hablan de que han existido  cinco razas humanas, y que somos la quinta subraza de la quinta raza en un proceso evolutivo muy complejo que ha tenido lugar en el remoto pasado, aunque la ciencia histórica no esté de acuerdo. Por supuesto, habrían existido otros continentes, el de la Atlántida y el de la lemuria, ya desaparecidos, en los que buena parte de esas civilizaciones habría tenido lugar. Y antes de eso, pangea, el continente único, que ya se ha comprobado que existió antes que se dividiera en los actuales cinco continentes.

Pero  en mi caso el que disparó mi interés por la historia oculta fue Drúnvalo Melchizedec. Aunque yo había leído ya de adolescente la obra de madame Blavatski y un texto fascinante de Max hendel “Concepto rosacruz del cosmos”, fue tomando los talleres de la flor de la vida en PHI que volvi a experimentar un despertar de conciencia al que no me pude resistir. Los textos de Drúnvalo son tan sencillos y tan fascinantes que me hicieron creer que de verdad esa geografía oculta y esa historia no revelada de la humanidad son muy probables. Drúnvalo habla de estos temas con una fascinación que hipnotiza, es un verdadero  mago para contar historias y en ese sentido, un verdadero novelista oral. Conforme leía “el secreto de la flor de la vida”, ambos tomos, yo iba sintiendo que se ampliaba mi visión sobre el propósito de mi vida de una manera increíble. Era un verdadero ejercicio de la imaginación pensar en la escuela de Horus, en los vehículos de luz activada que son los merkabahs, en la ascensión a la cuarta y la quinta dimensión, en las anécdotas de Drúnvalo sobre la alquimia, sus encuentros con Thot, todo eso. ¡Y Drúnvalo hablaba con certeza, como quien cree que realmente todo eso ha sido así! Yo tengo un lado derecho de mi cerebro preparado para ser crédulo y un lado izquierdo hecho para ser escéptico, y ambos me funcionan bastante bien. Me cuesta bastante trabajo ser solamente crédulo o simplemente escéptico, ambos extremos me parecen igual de peligrosos. Así que decidí ser ambas cosas a la vez: tomarlo todo como si fuera la ficción más entretenida que me habían contado, pero al mismo tiempo dejarme seducir por la información y tomarla a pie juntillas. Para que eso fuera posible yo tenis que escribir una novela en la que unos personajes se inclinaran mas por lo uno que por lo otro, así que escribiendo literatura con lo que drunvalo contaba como historia objetiva de la humanidad, yo  intente poner de acuerdo a mis dos cerebros. Creo que fue en medio de una clase con Helmer Zuluaga que en un momento me dije: esto que me están diciendo, sea verdad o no, es lo más interesante que he oído, y merece por lo menos convertirse en una novela. Son momentos en los que uno queda amorosamente condenado a escribir.

De la tierra hueca no supe por Drúnvalo. Fue en internet, pescando al azar.  Y un tema me llevó al otro. Vi que la geometría sagrada,  la historia oculta, la geografía oculta y la teoría de la tierra hueca estaban muy ligadas. Pero como la flor de la vida y el merkabah nos llevan a un punto más importante aún, que es el del despertar del corazón, el del lugar secreto dentro del corazón y estos nuevos temas que se han estado presentando en PHI, pronto me percaté que si yo iba a escribir una novela con todo este material sus protagonistas tendrían que hacer unos progresos espirituales y psicológicos que los llevaran a despertar al amor cristico, a entrar en la cuarta y la quinta dimensión y a otros asuntos relacionados.

Entonces comencé a investigar, ya no solo en Drúnvalo, sino en otros autores. Por un año no pude hacer otra cosa que leer la obra completa de Zecharia Sitchin, en la que me embebí como un adicto. El libro “El doceavo planeta” me mostraba un panorama similar, pero ahora el rigor arqueológico, filológico y el atrevimiento para postular interpretaciones de la escritura cuneiforme, me llevaban a ver en la obra del judío de origen ruso una razón más para apasionarme con la historia oculta de este planeta. ¡Ahora resultaba que la raza humana era el resultado de una mutación genética producida por extraterrestres venidos a la tierra a quienes la humanidad había adorado como dioses! Esto ya era como para enloquecer del todo, y mucho me temí que me pasara como a don quijote de la mancha, que enloquece leyendo novelas de caballería. Mi esposa estuvo a punto de confabularse con alguien más para quemar mi biblioteca y traerme de vuelta al mundo real y yo estuve a punto, no de ver molinos de vientos convertidos en gigantes que me desafiaban, sino de ver ovnis, seres gigantes, lanzaderas espaciales, diluvios y extraterrestres en vez de edificios, casas y automóviles en el barrio de chapinero donde vivo.

No vi que coincidieran exactamente las versiones de Drunvalo y de Sitchin, y por mucho tiempo esto me intrigó. Me tensionaba también que otro autor más, Rudolf Steiner, diera una versión metafísica, a su vez, diferente; especialmente de la historia  de la Atlántida y del papel de jesus como mediador de la bendición crística en la evolución terrestre. Años atrás le había echado muela al libro de Urantia, que es todavía más enigmático y de tendencia, igual que en el caso de Steiner, bastante cristiana. Va un poco en la línea del curso de milagros: subvalora bastante la importancia del budismo y del hinduismo, del islam y del taoísmo, de la sabiduría nativa y de otras tendencias religiosas, a favor del papel de jesus como salvador principal de la humanidad. Era de verdad difícil no indigestarse con tantas versiones diversas acerca de la historia oculta de la humanidad.

Pero pensé que tenía que haber una forma de conciliar y de colocar en un todo coherente cada pieza del rompecabezas. Me fui a la isla de providencia con mi esposa y cuarenta gigas de información en un computador, y dedique con disciplina todas las mañanas y todas las noches, por ocho horas diarias, a leer aun más textos relativos al asunto. Pude además ir descubriendo que el tema de la aeronáutica antigua y de los viajes en el tiempo había sido de gran importancia para el esoterismo europeo en Alemania y me introduje en el peligroso escondrijo de la relación que tuvieron los grupos esotéricos nazis con el tema de los ovnis, los viajes en el tiempo y otros tópicos fascinantes. Encontré textos de ariosofía hindú: yo no sabía que Hitler había tenido tantos discípulos hinduistas y eso me empezó a dar escalofríos. Encontré excelentes biografias del lado esotérico del fuhrer alemán, que me alertaron sobre el lado oscuro y el mal manejo de las ciencias y magias espirituales, además de brindarme pistas para el desenvolvimiento del tema y de la trama de la novela. JJ Benitez tenía descifrados varios elementos sobre la teoría de la rebelión luciferina, compatibles tanto con Steiner como con el libro de Urantia. Poco a poco, en fín, fui permitiendo que ese caos de lecturas, reflexiones, sustos, sorpresas, desvelos; se asentara en mi mente preconciente, para prepararme a la escritura de buena parte de la novela que hoy les estoy regalando.

Me parece hoy, después de todo el trabajo que puse en conseguir el texto final, que el proceso creativo de escribir esta novela es un tanto mágico. En realidad, es como si no hubiera surgido de mí, sino de la enorme cantidad de autores que se han quemado las pestañas intentando responder a la pregunta acerca de quiénes somos como humanidad, de donde procedemos y para donde nos dirigimos en pleno siglo XXI, cuando tantos peligros nos hacen sentir frágiles y necesitados de respuestas. ¿Habrá una tercera guerra mundial? ¿Ha tenido sentido todo el sufrimiento que la humanidad ha padecido? ¿Forma parte de la evolución del ser humano hacia estados superiores de conciencia que hayan existido todas las misteriosas culturas de la antigüedad? ¿Tenían ellas tecnologías superiores a la nuestra? ¿Hubo civilizaciones más espirituales y sabias, y que debemos aprender de ellas? ¿Hay vida en otros planetas y descendemos de seres inteligentes que nos modelaron a su imagen y semejanza?

Mi novela fluyó en respuestas a todas estas preguntas, que me parecen validas una por una. Me cuidé de presentar de manera muy pedagógica y secuencial los conceptos que se necesitan para que un lector no familiarizado con terminología metafísica o espiritual pueda paso a paso comprender la trama y el tema de la historia. Cuando leí, ya terminado, el manuscrito final, me sorprendí de haber sido el autor de todo eso. Si: había surgido de mí. Pero no: en cierto modo, yo he sido solamente un instrumento para que se pueda sintetizar, de una manera concisa, todo ese caudal de información en el que, de verdad, me encanta creer. Me gusta mucho mas creer que no creer. Al mismo tiempo, me advierto a mi mismo a toda hora que no debe creerse de manera ciega nada en absoluto, ese es un enorme peligro, conduce al fundamentalismo y a la violencia  política y religiosa. Pero creer es una habilidad que nos hace mas humanos, que nos vuelve mejores personas, sobre todo cuando sirve para encontrarle sentido al mundo, para mantener la esperanza en un mundo mejor, para intentar volvernos seres más amorosos. El escepticismo que aunque no lo parezca también es una  creencia –una fe en lo que niega- , no es una creencia saludable: cierra el corazón, seca el alma. Y por eso el arte vivifica, como espero que lo haga esta novela: porque, imaginarias o no, nuestras ideas espirituales y religiosas, nuestras explicaciones metafísicas y evolutivas son lo más real que tenemos para  confiar en el propósito de la vida. Yo creo que es muy poco inteligente tanto el extremo del escepticismo que desdeña lo inusual como si cualquier idea novedosa fuera por  eso mismo falsa, como el de la credulidad ciega. No se asemejan. Se diferencian mucho.

Pero, por cierto, creo que no solo creo por creer. He encontrado razones para pensar que la historia no fue como nos la contaron en el bachillerato, y que todo ciudadano inteligente debe dudar de que la historia sea como se la enseñaron. Hay demasiados enigmas que dejan de serlo si simplemente reconstruimos nuestro pasado a la luz de teorías históricas como las de Blavatski, Drunvalo, Sitchin y Steiner. Por su parte, la hipótesis de una Tierra solida sigue siendo eso, porque lo más profundo que se ha logrado excavar para observar cómo es realmente el interior terrestre no pasa de los 12 kilómetros. En mi novela la Tierra tiene un interior hueco con un sol central flotante que le da energía a los seres que habitan allí, pero no le puedo adelantar al lector cuáles son esos seres ni cómo interactúan con los expedicionarios. Me inspiro en teorías geográficas alternativas, que no respaldan los geólogos ortodoxos, pero que han sido defendidas por ilustres científicos como Edmund Halley, famoso por el cometa que lleva su nombre.

Una novela puede ser algo más que ficción siendo simplemente una novela. Recordemos que todas las de julio Verne que parecían aventuras fantásticas se volvieron hechos reales : el viaje a la luna, los submarinos por ejemplo. Recordemos que las novelas de ciencia ficción de Julio Verne se fundaban en sus lecturas de actualidad científica. Y la mitología con frecuencia nos lleva al descubrimiento científico: Troya era un mito literario Griego y la civilización Sumeria era una leyenda bíblica hasta que Schielmann descubrió la ciudad y lo propio ocurrió con las decenas de poblaciones desenterradas en Mesopotamia. Tal vez algún día encontraremos el dorado. La literatura es un ejercicio muy saludable de la imaginación: ni nos fanatiza como el mito religioso, ni nos cierra la mente como ocurre con la ciencia escéptica.

Pero mi novela es muy diferente de la del “Viaje al centro de la tierra”. En mi obra viajar al centro de la tierra es meramente un símbolo de una aventura mucho más valiosa, que tiene que ver, por un lado, con un proceso de sanación emocional que necesitan hacer los incursionistas, y por  otro con la revelación que ellos obtienen acerca de la historia oculta de la Tierra. No sólo me interesa transgredir el dogma geográfico, sino también explorar lo que sucedería si la historia de la humanidad, como nos la han contado, fuera nada más que la punta del Iceberg acerca de las civilizaciones y la evolución de la conciencia humana en este planeta.

No soy el único escritor en usar la teoría de la tierra hueca como escenario, pero como ya he leído  las novelas que se le parecen puedo aseverar que la mía es la más propositiva y original, en la medida en que integro lo geográfico, lo histórico, lo psicológico y lo metafísico. Mario Mendoza escribió “Mi extraño viaje al mundo de Shambala”, publicada por Arango Editores en 2013. Es un texto para preadolescentes que parece una reiteración de la ruta que hicieron los personajes de “Viaje al centro de la tierra”, en la que se trastocan los detalles del viaje, a la colombiana, para hacerle un homenaje a villa de Leiva y colocar como héroe de la historia a un niño. Mario Escobar Golderos, un español, ha escrito la saga “Misión Verne”, en la cual se repite también, casi que literalmente, la travesía Verniana, pero esta vez en el contexto de la Alemania nazi y sus círculos ocultistas. Mejor preparada y con más investigación que la de Mendoza, la de Escobar resulta entretenida para adeptos al tema.

No sé si un crítico literario, para volver al asunto de cómo clasificar mi novela, asociaría mi nombre con el de ciertos investigadores y escritores que respeto y a los que no les doy ni a los tobillos. Comparto con varios escritores el interés por ficciones históricas noveladas. Felipe Botaya, por ejemplo, escribió “Tecnología Oculta de la Segunda Guerra Mundial”. Es una novela sobre el proyecto más importante del III Reich, dirigido por el General SS Dr. Hans Kammler, que llevó a los nazis al desarrollo de la ingeniería del tiempo para crear una máquina que viajara a Etiopía y obtener una poderosa reliquia :el Arca de la Alianza. Su misión: trasladarla a Normandía antes del famoso Día D y evitar la invasión aliada. Admiro a Miguel Celades Rex , un investigador apasionado del asunto extraterrestre desde los 14 años, cuando tuvo acceso al documental "Recuerdos del futuro y Regreso a las estrellas" de Erich Von Daniken y al libro "S.O.S. a la humanidad" de J.J. Benitez.  Es una persona muy consciente de la gran cantidad de información que  los gobiernos ocultan a la opinión pública para impedir que se forjen con menos especulación y más datos las teorías alternativas acerca de la historia terrestre. Rudolf von Bitter Rucker  es un matemático Americano y autor de ciencia ficción , fundador del movimiento literario ciberpunk. Escribe sobre física de la cuarta y quinta dimensión, abducciones alienígenas, el infinito,  y defiende la corriente literaria transrealista que propone mezclar elementos de la fantasía que simbolizan la transformación psicológica humana, para resolver enigmas científicos.

Sea como sea, y aunque no puedo responder a la pregunta con la que comencé esta charla, tengo la esperanza de que, con novelas como la tengo el gusto de entregarles hoy, sea posible abrir nuevos caminos para la literatura y también para la espiritualidad humana de los lectores colombianos  y de otros países. Me parece que la literatura va a tener que entrar en una nueva era,  porque también el arte va a  tener que ascender. La ascensión del ser humano a niveles de consciencia superior implica cambios en todo sentido. Pero cuando uno lee la novela como expresión del nivel cultural del planeta, da la impresión que aun no da el salto. Hay demasiada tragedia. Hay, por ejemplo, un género que ustedes conocen, el de la novela negra, al que yo me opongo. Yo propongo lo contrario, lo que he llamado novela blanca. Novela negra es la que se inspira en el mundo profesional del crimen, como la define Raymond Chandler en su ensayo “”El simple arte de matar”. La caracterizan personajes oscuros, lenguaje desafiante, antilirismo en la expresión, descripciones de ambientes degradantes, argumentos violentos, antihéroes, ausencia de personajes moralizantes, individuos derrotados y deliberadamente condenados al fracaso, interés por dibujar los peores aspectos del ser humano y descripciones crudas de hechos abominables. Yo digo que a la novela negra, si vamos a entrar en una nueva etapa, si eso está ocurriendo ya desde el año 2012, la va a reemplazar una novela que, por oposición, será blanca. Ojalá nunca la luz se vuelva tampoco un monopolio, pero sí que sería terapéutico que decayera la estética de lo oscuro. Los escritores de la etapa de la historia que está terminando ven al ser humano como un error garrafal de la naturaleza, un simio que arrastra consigo una baja y esencial motivación moral. De propositiva que era en el siglo XIX, la novela pasó a ser cínica, satírica desde el siglo XX, caracterizada por un mandamiento implícito: no moralizarás, idealizarás ni insinuarás como escritor que tienes alguna promesa respecto al problema humano, o serás excluido de la historia de la literatura. Hay un gran negocio editorial, hoy en día, fundamentado en nutrir aun más el pesimismo, el fundamentalismo, la música pesada y la caracterización del deterioro ético de un planeta imposible ya de diagnosticar, por lo complejo. Los periódicos amarillistas venden más que los que intentan el equilibrio. La sangre vende. Cualquier negociante literario sabe usar el sexo y la violencia para escalar. Hasta el éxito reciente de los mejor vendidos que ahora se ofrecen en los supermercados es un descendiente directo de la ecuación arte igual crudeza: se compran muy bien las historias de mujeres que piden ser sodomizadas por profesionales del sadismo. Y esto también se va a  terminar, porque el ser humano debe evolucionar ya, para bien del planeta tierra.

Dentro de un siglo habrán desaparecido, ojalá, de la literatura , las leyendas draculescas, el  vampirismo, las historias de zombies. Todo eso entretiene la energía del temor, en vez de fundar una civilización planetaria del amor. Serán, ojalá, cosas del pasado, las historias de adictos, asesinos ocasionales, personajes morbosos, misóginos, traficantes, humor negro, fatalidad ciega, los bestsellers de la pedofilia y el asesinato en serie. Los lectores  de novelas negras, hoy en día, toman como ejemplo de vidas valiosas a los artistas del pasado que no fueron, precisamente, seres felices y armónicos. Eso cambiará cuando el arte sea una fuente de inspiración, alegría, gratitud y esperanza para el ser humano, en el mejor  futuro que confiamos que vendrá. Uno ve estudiantes de literatura que procuran con todas sus fuerzas adolescentes morir temprano como Rimbaud, ser alcohólicos como Bukowski, tener problemas mentales como Poe, contraer sífilis como Nietzche, para obtener el diploma de artistas inteligentes. Hablan muchos del suicidio como algo glorioso, rara vez ciertas tribus urbanas de adolescentes disfrutan en el arte de un guiño romántico, de algún ademán bucólico, de cierto coqueteo con la belleza del entorno natural. En ambientes intelectuales, por otra parte, he visto que los editores se sienten inseguros de ofrecer otras opciones a los lectores para  no bajar de “status”. Si los personajes del texto no sufren interiormente de principio a fin, si encuentran una salida para sus problemas, suenan las alarmas: ¡la felicidad, la armonía, la esperanza, no pueden ni deben definir la percepción estética de la vida! Escándalo: la novela está enferma, el autor es un ingenuo, el final parece “feliz”.

Y no  hay por qué despreciar al escritor maldito, al que tomó como fe personal que vivir es una tragedia y que el fracaso es una característica inherente de todo aquel que haya nacido. Pero el problema de una tendencia es que se vuelva un monopolio. El premio nobel rara vez se ha dado a escritores que resalten de alguna manera las posibilidades trascendentes de la vida. El galardón ha sido dado rara vez a la literatura de tonalidad “blanca”, como si solamente cuando se trata del género juvenil e infantil una cosmovisión trascendente tuviera cabida: Rabindranath Tagore en 1913, Rudyard  Kipling en 1907, Gabriela Mistral en 1945, Hermann Hesse en 1946, Pablo Neruda en 1971. Ninguno de estos escritores dejó de expresar que sufre, que hay zonas oscuras. Pero fueron afirmativos en vez de quejumbrosos, positivos en vez de  displicentes, creyeron en vez de desistir y no inculcaron la idea de que el tono depresivo era sinónimo de lucidez estética. Sin embargo, la academia sueca no parece haberse caracterizado por resaltar a los que optan por cantarle a la vida. ¿O es que eso es imposible por fuera de la poesía, por fuera de la alegría de la infancia y la confianza de la juventud temprana? ¿Es imposible la novela blanca para públicos adultos?


Por milenios ha existido la literatura como canto a la vida. La mujer, con mayor probabilidad  que el hombre, sabrá volver a gestar en las tierras de la novela un nuevo tono que nos levante el ánimo, una espiritualidad afirmativa que supere el panfleto comercial de Paulo Coelho pero reivindique sin embargo la intención de rescatar al lector de la moda gótica, del desaliño de las tribus urbanas. Se necesitan mujeres que prueben que el futuro del superhombre será tener útero y amar la vida por encima de todas las cosas. En su búsqueda de identidad los jóvenes lectores se merecen algo más que escoger entre formar parte de los darks, los emos, los skin heads, los frikis y los heavies.

¿Puede a veces la novela anunciar un camino que todavía no representan los medios de comunicación, centrados en el amarillismo, en la venta de una realidad que se compra porque el miedo, el horror y la crueldad consiguen más seguidores que los que quieren amar lo posible, agradecer lo existente, fundar una espiritualidad afirmativa que bendiga la vida sobre la tierra? Los prejuicios de la novela negra serán vistos, dentro de un siglo, tal vez antes, como un síntoma de lo extraviado que estaba el arte de su verdadero y más profundo propósito espiritual. Las novelas del futuro hablarán de aldeas ecosostenibles y regiones liberadas del imperialismo globalizado. Surgirán propuestas literarias luminosas cuando el panorama nacional y mundial se vea más despejado. En las novelas del futuro surgirán personajes que sin ingenuidad pero con amor abrirán su corazón. Y espero que mi novela, en ese sentido, ya esté aportándoles a ustedes su granito de arena.


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