martes, 23 de abril de 2024

Poema ganador del Premio Nacional de poesía Casa de Poesía Silva 2022 en Colombia

 


 


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Sedentario

 

Por Fernando Baena Vejarano

 

 

 

 


 

Tú nunca viajas donde debes.

 

Yo, por mi parte,

no he ido a oriente medio;

no conozco la luz del sol en fuga,

ni visto nubes que manen leche de cabra;

no me han acosado mercaderes con turbante

voceando mi nostalgia.

 

No he olfateado un bazar cuyas tiendas

llenas de perfumes, joyas, telas,

estén a punto de cerrar.

 

No he regateado por un tapete en Capadocia.

 

Mi cuerpo no ha sido secuestrado a pleno amanecer,

por una luna,

llena,

despistada;

que ya no debiera estar despierta,

a la que el sol no la quiere de rival

tras las pirámides.

 

A diferencia de ti

no he sido zarandeado por los vientos furiosos

que soplan por las oquedades de un cañón

muy colorado.

 

Si me preguntan por Marruecos,

a las mujeres de allá no las he visto;

aquí sabemos que se cubren el rostro, los hombros,

y que por eso han aprendido a decirlo todo

con miradas ojiverdes.

 

Trepado en un globo aerostático

no le he dicho adiós

a mi rutina de dar leche a mi gata

al pie de la nevera.

 

Al cielo no he subido;

No conocí la cima en la que se posó el arca;

no he montado en camello;

en cuatro patas no he escalado agujeros

excavados

por cristianos perseguidos

hace milenios.

 

No he asistido de pie a ceremonias religiosas

celebradas entre paredes curtidas de recuerdos,

fosas secretas,

crucifijos,

piedras esculpidas de certezas,

grafitis pintados con la sangre misma que rodó por la cruz.

 

En catacumbas tibias

húmedas fosas

y coliseos en ruinas

no he respirado las voces fantasmales

de parejas que se amaron,

se esperaron por años,

o se añoraron furtivas

mirando pasar las caravanas.

 

Mi ruta de la seda es ir de compras a la esquina

gozar mi tristeza de café y galleta

la tarde de un domingo bogotano.

 

El viaje me es ajeno.

 

No veo repetidos los rostros musulmanes

rezando hoy las mismas letanías

desde minaretes milenarios.

 

Otras cosas son mi mundo

mi estrecho del Bósforo es la carrera trece

mi catedral Santa Sofía se renueva

cuando en mi casa de tres pisos reparo una gotera.

 

No necesito binoculares

para perseguir los pasos de las dunas.

 

Por recordatorio de la historia tengo una plaza llena de palomas

de un Bolívar

muy posterior a Constantino.

(nunca soñó con cruces vencedoras

ni precedió a los papas

ni puede atribuírsele la redención

de multitudes martirizadas).

 

Cuando salgo de mi casa no veo ese mar ignoto, apacentado,

por el que han navegado fenicios, persas y griegos

o en el que se han escondido submarinos nazis.

 

A diferencia de ti,

recorro un andén

rodeo charcos para evitar una gripe,

busco nubes

y extraigo de mi morral un paraguas.

 

Tu has ido al pasado.

Yo ni siquiera viajaré al futuro

a compadecer cibernautas y furias climáticas.

 

Sin embargo, ya tengo mi venganza.

 

Allá

donde estás tú,

hoy

de viaje

y aunque te pese,

tampoco habrá movimiento.

 

La verdad sea dicha,

nunca has cambiado de sitio.

Congelada, siempre buscas donde no toca.

 

Siempre viajas sin saber que tu llegada

es mi punto de partida.

 

Esto nuestro

que flota

entre traslados,

utopías,

imposibles;

lejanías

y distancias.

 

 

 

 


 

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