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Sedentario
Por Fernando Baena
Vejarano
Tú nunca
viajas donde debes.
Yo, por mi
parte,
no he ido a
oriente medio;
no conozco
la luz del sol en fuga,
ni visto nubes
que manen leche de cabra;
no me han
acosado mercaderes con turbante
voceando mi
nostalgia.
No he olfateado
un bazar cuyas tiendas
llenas de perfumes,
joyas, telas,
estén a
punto de cerrar.
No he
regateado por un tapete en Capadocia.
Mi cuerpo
no ha sido secuestrado a pleno amanecer,
por una
luna,
llena,
despistada;
que ya no
debiera estar despierta,
a la que el
sol no la quiere de rival
tras las pirámides.
A
diferencia de ti
no he sido
zarandeado por los vientos furiosos
que soplan
por las oquedades de un cañón
muy
colorado.
Si me
preguntan por Marruecos,
a las
mujeres de allá no las he visto;
aquí
sabemos que se cubren el rostro, los hombros,
y que por
eso han aprendido a decirlo todo
con miradas
ojiverdes.
Trepado en
un globo aerostático
no le he
dicho adiós
a mi rutina
de dar leche a mi gata
al pie de
la nevera.
Al cielo no
he subido;
No conocí
la cima en la que se posó el arca;
no he
montado en camello;
en cuatro
patas no he escalado agujeros
excavados
por
cristianos perseguidos
hace milenios.
No he
asistido de pie a ceremonias religiosas
celebradas
entre paredes curtidas de recuerdos,
fosas
secretas,
crucifijos,
piedras
esculpidas de certezas,
grafitis
pintados con la sangre misma que rodó por la cruz.
En
catacumbas tibias
húmedas fosas
y coliseos
en ruinas
no he
respirado las voces fantasmales
de parejas
que se amaron,
se
esperaron por años,
o se
añoraron furtivas
mirando
pasar las caravanas.
Mi ruta de
la seda es ir de compras a la esquina
gozar mi
tristeza de café y galleta
la tarde de
un domingo bogotano.
El viaje me
es ajeno.
No veo
repetidos los rostros musulmanes
rezando hoy
las mismas letanías
desde
minaretes milenarios.
Otras cosas
son mi mundo
mi estrecho
del Bósforo es la carrera trece
mi catedral
Santa Sofía se renueva
cuando en
mi casa de tres pisos reparo una gotera.
No necesito
binoculares
para
perseguir los pasos de las dunas.
Por
recordatorio de la historia tengo una plaza llena de palomas
de un
Bolívar
muy posterior
a Constantino.
(nunca soñó
con cruces vencedoras
ni precedió
a los papas
ni puede
atribuírsele la redención
de
multitudes martirizadas).
Cuando
salgo de mi casa no veo ese mar ignoto, apacentado,
por el que
han navegado fenicios, persas y griegos
o en el que
se han escondido submarinos nazis.
A
diferencia de ti,
recorro un
andén
rodeo
charcos para evitar una gripe,
busco nubes
y extraigo
de mi morral un paraguas.
Tu has ido
al pasado.
Yo ni
siquiera viajaré al futuro
a compadecer
cibernautas y furias climáticas.
Sin
embargo, ya tengo mi venganza.
Allá
donde estás
tú,
hoy
de viaje
y aunque te
pese,
tampoco
habrá movimiento.
La verdad
sea dicha,
nunca has
cambiado de sitio.
Congelada,
siempre buscas donde no toca.
Siempre
viajas sin saber que tu llegada
es mi punto
de partida.
Esto
nuestro
que flota
entre traslados,
utopías,
imposibles;
lejanías
y distancias.
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